Denisse Miralles asumió como ministra de Economía y Finanzas con más de 22 años de experiencia en el sector público. Impulsó récords históricos en el mecanismo de Obras por Impuestos, pero su gestión también estuvo marcada por denuncias sobre adjudicaciones irregulares a empresas sin experiencia comprobada. Ahora tendrá el desafío de definir el presupuesto 2026 en medio de presiones políticas.
Del escritorio técnico al despacho ministerial
Denisse Miralles no es precisamente un rostro conocido para el gran público. No ha sido congresista, no tiene un perfil mediático alto y probablemente muchos peruanos escucharon su nombre por primera vez este martes 14 de octubre cuando juró como ministra de Economía y Finanzas ante el presidente José Jerí.
Pero en los pasillos del Ministerio de Economía y de ProInversión, Miralles es una figura reconocida. Con más de 22 años en el sector público, se ha labrado una reputación como especialista en política tributaria, descentralización fiscal e inversiones público-privadas. Es de esas funcionarias que conocen el Estado desde adentro, que entienden cómo funcionan (o no funcionan) los mecanismos burocráticos y que tienen la capacidad técnica que tanto valoran los economistas ortodoxos.
Llega al MEF en un momento complicadísimo. Debe definir el presupuesto nacional de 2026 mientras el Congreso debate sobre incrementar el gasto público. Además, carga con una mochila pesada: las denuncias sobre el mal uso del mecanismo de Obras por Impuestos durante su gestión en ProInversión, un tema que seguramente saldrá a relucir cuando tenga que pedir el voto de confianza en el Parlamento.
Una tecnócrata formada en el Perú y Japón
Denisse Miralles es ingeniera economista por la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), una de las casas de estudio más prestigiosas del país en temas técnicos. Pero no se quedó solo con el pregrado. Viajó hasta Japón para hacer un máster en Políticas Públicas y Tributación en la Universidad Nacional de Yokohama, donde profundizó sus conocimientos sobre sistemas tributarios y gestión de políticas públicas.
Su formación continuó con estudios especializados en infraestructura y asociaciones público-privadas en la Harvard Kennedy School de Estados Unidos, una de las escuelas de gobierno más reconocidas del mundo. También pasó por la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) y por la Universidad del Pacífico en Perú.
Esta combinación de formación técnica en ingeniería, especialización en economía y estudios en políticas públicas le dio un perfil muy valorado en el sector público peruano: alguien que entiende tanto los números como los aspectos institucionales y políticos de la gestión estatal.
Más de dos décadas en el corazón del Estado
La carrera de Denisse Miralles en el sector público comenzó hace más de veinte años y se ha concentrado principalmente en dos instituciones clave: el Ministerio de Economía y Finanzas y ProInversión.
Entre 2010 y 2013 trabajó como consultora en las áreas de Política de Descentralización Fiscal y de Ingresos Públicos del MEF. Estos son temas áridos, técnicos, que no generan titulares pero que son absolutamente fundamentales para el funcionamiento del Estado. Aquí aprendió cómo se distribuyen los recursos entre el gobierno central, los gobiernos regionales y las municipalidades, y cómo se diseñan las políticas tributarias que luego SUNAT debe aplicar.
Luego fue jefa del Departamento de Estudios Económicos en la Gerencia de Planeamiento del Servicio de Administración Tributaria (SAT), la entidad que recauda impuestos municipales en Lima. Un cargo técnico pero importante para entender cómo funcionan los tributos locales.
Desde 2014, Miralles dio el salto a ProInversión, donde lideró la Dirección de Inversiones Descentralizadas. Fue aquí donde realmente construyó su reputación profesional y donde también enfrentaría las controversias más fuertes de su carrera.
La reina de las Obras por Impuestos
Si hay algo por lo que Denisse Miralles será recordada es por su gestión del mecanismo de Obras por Impuestos (OXI). Este sistema, creado en 2008, permite que las empresas ejecuten obras de infraestructura pública a cambio de certificados que pueden descontar del impuesto a la renta.
La idea original era buena: que las empresas privadas, con su eficiencia y capacidad de ejecución, construyeran obras que los gobiernos regionales y municipales no podían hacer por falta de capacidad técnica o recursos. A cambio, en lugar de pagar parte de sus impuestos al fisco, recibirían certificados por el valor de la obra ejecutada.
Bajo la dirección de Miralles en ProInversión, el mecanismo explotó. En 2024 alcanzó un récord histórico con más de S/ 4,200 millones en adjudicaciones, según datos del diario Gestión. Nunca antes en la historia del OXI se había movido tanto dinero.
Miralles no solo impulsó el crecimiento cuantitativo del mecanismo, sino que también lideró reformas a la Ley OXI. Logró abrir la posibilidad de utilizar los Certificados de Inversión Pública Regional y Local (CIPRL) para descontar el IGV (no solo el impuesto a la renta) y extendió el mecanismo a la prestación de servicios, no solo obras de infraestructura.
Desde el punto de vista técnico, estas reformas tenían sentido: ampliaban las posibilidades de uso del mecanismo y lo hacían más flexible. Pero, como veremos, también abrieron la puerta a problemas serios.
El lado oscuro de las Obras por Impuestos
Aquí viene la parte incómoda de la historia de Denisse Miralles. Mientras el mecanismo de Obras por Impuestos batía récords bajo su gestión, comenzaron a surgir denuncias sobre irregularidades en las adjudicaciones.
Un informe demoledor del medio El Foco reveló que, durante la gestión de Dina Boluarte (periodo en el que Miralles dirigía las inversiones descentralizadas en ProInversión), S/ 2,198 millones en proyectos OXI fueron adjudicados a 93 empresas que pueden calificarse como "empresas cascarón".
¿Qué es una empresa cascarón? Son compañías que existen solo en el papel. No tienen trabajadores en planilla, no tienen domicilios fiscales reales verificables, no tienen experiencia comprobada en construcción, pero mágicamente ganaban licitaciones millonarias para ejecutar obras públicas.
El dato más alarmante del informe es este: según ProInversión, solo dos de los 130 proyectos a cargo de estas empresas fantasma se habían concluido al momento de la investigación. El resto continúa "en ejecución" o "en etapa de adjudicación", lo cual en muchos casos es un eufemismo para decir que están paralizados o nunca se ejecutarán.
La propuesta de transparencia que llegó tarde
Hay que ser justos: Denisse Miralles no se quedó de brazos cruzados ante estos problemas. En abril de 2025, durante una exposición en la residencia del embajador del Reino Unido, propuso crear una plataforma digital pública para registrar y transparentar las operaciones de CIPRL, con el fin de fortalecer el control y la transparencia.
La idea era tener trazabilidad completa de los certificados: quién los recibe, quién los compra, a qué precio se transan en el mercado secundario, y finalmente quién los usa para pagar impuestos. Esto permitiría detectar irregularidades y evitar que los certificados se conviertan en instrumentos para lavar dinero o evadir impuestos.
Es una propuesta técnicamente sólida. El problema es que llegó demasiado tarde. Las adjudicaciones irregulares ya se habían hecho, los miles de millones ya estaban comprometidos y muchas de esas "empresas cascarón" ya habían desaparecido o estaban en situación irregular.
La pregunta que muchos se hacen es: ¿por qué Miralles no implementó estos controles antes de que el mecanismo creciera tanto? ¿Por qué se priorizó el récord de adjudicaciones sobre la calidad y transparencia de las mismas?
Del viceministerio al ministerio en tiempo récord
En febrero de 2025, Denisse Miralles fue nombrada viceministra de Economía en la gestión de José Salardi como ministro del MEF. Era un reconocimiento a su trayectoria y un paso lógico en su carrera: de directora en ProInversión a viceministra del sector.
Pero su paso por el viceministerio fue brevísimo. En mayo de ese mismo año, apenas tres meses después, presentó su renuncia. La salida se dio en medio de una crisis fiscal generada por la reducción del IGV del 16% al 14%, una medida populista aprobada por el Congreso que generó un enorme hueco en las cuentas públicas.
Miralles, como buena tecnócrata, habría estado en desacuerdo con esa medida que comprometía los ingresos fiscales. Su renuncia fue interpretada por muchos analistas como una señal de protesta silenciosa contra una decisión que consideraba irresponsable.
Ahora, apenas unos meses después, regresa al MEF pero ya no como viceministra sino como la ministra titular. Un ascenso meteórico que la coloca en una de las posiciones más difíciles del gabinete.
Los desafíos que enfrenta: entre el Congreso y la realidad fiscal
Denisse Miralles asume el Ministerio de Economía y Finanzas con múltiples fuegos que apagar al mismo tiempo.
El primero y más urgente es definir el presupuesto público de 2026. Esto debe hacerse en las próximas semanas, y el contexto no podría ser más complicado. El Congreso ha aprobado leyes que aumentan el gasto (como la ley de descentralización fiscal y el fortalecimiento del Foncomun) sin identificar claramente de dónde saldrán los recursos.
La nueva ministra deberá hacer malabares para cuadrar las cuentas: mantener la estabilidad fiscal que tanto valoran los mercados y las calificadoras de riesgo, pero al mismo tiempo responder a las presiones políticas por mayor gasto social e infraestructura.
El segundo desafío es recuperar la confianza en los mecanismos de inversión público-privada, especialmente en Obras por Impuestos. El escándalo de las empresas cascarón ha generado desconfianza no solo en el mecanismo sino en ProInversión como institución. Miralles tendrá que demostrar que se pueden hacer las cosas bien, con transparencia y controles efectivos.
El tercer reto es político: obtener el voto de confianza del Congreso. Allí, seguramente los congresistas la interrogarán duramente sobre su gestión en ProInversión y las adjudicaciones irregulares. Tendrá que dar explicaciones convincentes y demostrar que tiene un plan para corregir los problemas.
Una tecnócrata en medio de la tormenta política
Denisse Miralles representa el perfil del funcionario público técnico: alguien que entiende los números, que conoce los procedimientos, que puede diseñar políticas complejas. Pero la pregunta es si ese perfil es suficiente en el contexto político actual.
El Perú no solo necesita buenos técnicos en el MEF, necesita ministros que puedan negociar con el Congreso, que puedan explicar sus decisiones al público general en un lenguaje comprensible, y que puedan resistir las presiones políticas sin comprometer la responsabilidad fiscal.
¿Tiene Miralles esas habilidades? Es difícil saberlo. Su carrera ha transcurrido principalmente en oficinas técnicas, lejos de los reflectores y de la confrontación política. Ahora estará en primera línea, expuesta a críticas diarias y con decisiones que afectan a millones de peruanos.
El peso de las Obras por Impuestos
Inevitablemente, el tema de las empresas cascarón en el OXI perseguirá a Denisse Miralles durante toda su gestión como ministra. Sus críticos la responsabilizan directamente por haber priorizado la cantidad sobre la calidad, por haber permitido que empresas sin experiencia ni capacidad ganaran licitaciones millonarias.
Sus defensores argumentan que ella no era responsable de la evaluación individual de cada empresa (eso le correspondía a los gobiernos regionales y municipales que promovían los proyectos) y que su rol era más bien facilitar y promover el mecanismo en general.
La verdad, como casi siempre, probablemente está en algún punto intermedio. Miralles impulsó agresivamente el crecimiento del OXI, celebró los récords de adjudicaciones y promovió reformas que ampliaban el mecanismo. Pero quizás no puso suficiente énfasis en los controles y la fiscalización que debían acompañar ese crecimiento.